domingo, 21 de septiembre de 2008

COMO ESTABLECEMOS UN PROBLEMA

Parte 4.-

3. ¿Cómo establecemos un problema?.- Para poder entender una situación embarazosa (problema) es necesaria una debida comprensión mental de la misma. Después de haber oído suficiente y tenido bien claro todos los aspectos de toda situación es necesario aplicar el mismo orden, que en las Matemáticas se le aplican a los problemas por resolver.

l Primero, planteamiento del problema.- Consiste en aunar todo los elementos, con todos sus detalles haciendo lo que las Matemáticas le llaman PLANTEO y que nosotros le llamaremos técnicamente PLANTEAMIENTOS DEL PROBLEMA. En este primer paso se vierte todos los elementos de juicio que nos ayudarán a la comprensión cabal de éste.

Hay que entender el problema, de lo contrario, las soluciones o solución que sugiera, sería incorrecta y por lo tanto no funcional. Esto traería como resultado la desorientación del aconsejado. Interiorízate para que lo puedas comprender; compréndelo, para que lo puedas planearlo bien; plantéalo bien para que puedas sacar conclusiones exactas.

l Segundo, hay que aplicar, lo que llamaremos un proceso de análisis. En este proceso van surgiendo las diferentes vías de soluciones. Es posible que el análisis sugiera más de una solución. A las soluciones, o posibles soluciones que van surgiendo le llamaremos soluciones sugeridas. Cuando esto sucede es necesario hacer un análisis objetivo y lógico de las posibles soluciones para determinar cual de ellas es la que más se acerca a la solución o a la que definitivamente provee la solución. A este segundo acto, le llamaremos análisis de soluciones al elegir la correcta, necesariamente hemos tenido que someterlas a un proceso de eliminación. A la solución elegida le llamaremos solución evidente y a las otras soluciones descartadas.

l Declaración verbal y escrita de la solución. Este se convierte en una luz que alumbra en una habitación oscura y que ayuda a contemplar todas las cosas claramente. A este acto le llamaremos solución declarada. Esta es la que el aconsejado tiene que hacer suya, la que tiene que asimilar en la cual tiene que pensar.

Para esto es necesario charlar un poco sobre la solución evidente hasta conocer que el aconsejado ha sido afectado por ella, que en su ánimo está aplicarla. La solución evidente declarada, aceptada y aplicada es la respuesta al problema.

Un detalle que es importante tener en cuenta en este aspecto es la forma de aplicación de la solución. Hay que analizar, formas, tiempo, circunstancias, etc. ya que una solución fuera de tiempo, sin que ciertas circunstancias sea propicias, o aplicando una forma imprudente puede anular la eficacia de la solución. Oremos a Dios para que nos indique LA ESTRATEGIA.

Todo lo anterior dicho nos ayuda a aplicar pasos precisos para la solución, pero la efectividad de los pasos estriba en la capacidad que el consejero tenga para detectar las fuentes de donde surgen los problemas.

Antes de tratar directamente este aspecto y para que pueda realizar un trabajo efectivo: debemos entender cuál es nuestra posición en relación a su aconsejado: el consejero está sobre el aconsejado. Esta posición ventajosa lo reviste de cierta autoridad moral que le ayuda a hacer un buen trabajo si aprovecha esta posición con tacto y cordura. Esto quiere decir que su posición o ventaja no le da derecho para manipular al aconsejado para hacerlo “su súbdito”. Tampoco tiene derecho a forzar confesiones y mucho menos a manipularlas hasta el punto en que el aconsejado se vea forzado a hacer lo que se le exige y mucho menos para sacar provecho de la condición y situación en que se encuentra .
Respecto a su relación, marque y preserve el límite entre usted y el aconsejado. Conserve la una actitud de respeto y consideración hacia aquél que necesita ayuda, de lo contrario perderá su influencia sobre él y se le irá de las manos las posibilidades de ayuda.

Teniendo en cuenta lo expresado, procederá de la siguiente forma: Detecte la fuente de donde surge o se produce el problema. Ha dos fuentes de donde emanan los problemas: dentro de la persona y fuera de la persona. En ocasiones se combinan las dos.
Y Primero: los problemas internos.- Estos pueden surgir cuando se producen cambios o alteraciones físicas o síquicas, anatómicas o fisiológicas en la persona; ya sea por el proceso de desarrollo fisiológico o por desequilibrios hormonales. En estas situaciones se manifiestan cambios repentinos del carácter, complejos, depresión, nerviosismo, falta de sueño, cambios en el comportamiento, etc.
Estas alteraciones visibles producto de estos estados físicos internos, no se producen por la influencia de espíritus malignos (aunque no es menos cierto que en algunos casos el diablo puede aprovecharse de estas situaciones para crear otras cuya fuente sí es él) sino por alteraciones normales en el proceso de desarrollo o cambios en etapas e la vida. Es precisamente, en estos casos en que el pastor o el líder consejero, como consejero, tiene que utilizar la sabiduría de Dios y un espíritu de discernimiento bien definido; y mucho mejor si opera en él el don de discernimiento de espíritus para diferenciar los límites de los factores físicos y los espirituales que obran detrás de la situación. El consejero no puede ver en todo demonios y el profesional científico no deber pasar por alto las posibilidades de cierta influencia de carácter espiritual escondidas detrás de efectos netamente físicos; no vaya a ser que en los dos casos tome ventaja Satanás.

Y Segundo: los problemas externos. Estos se pueden producir por muchas causas. Vivimos en un mundo lleno de exigencias : exigencias de trabajo y de tiempo; exigencias e responsabilidades en el cargo que desempeñamos; exigencias físicas que demandan esfuerzo, exigencias morales dentro del hogar, exigencias sociales en el medio que nos movemos, exigencias del deber en la escuela, exigencias y mas exigencias. Todas ellas, cual Goliat, nos lanza un desafío y ante de exigencia de correspondencia, nos damos cuenta de los enanos hay débiles que somos.

Es aquí donde comienzan las complicaciones de la vida. ¿Por qué? porque aunque todo esto se produce fuera de nosotros, sin embargo, ello produce un impacto, tanto en el aspecto psíquico, quitándonos la paz y acarreando preocupación; sumiéndonos en la desesperación y la depresión; tanto en lo físico, donde la escasez produce hambre en el hogar; donde los conflictos con los seres queridos surgen, donde las enfermedades nos atacan; donde son cortados todos los suministros de servicios públicos por falta de pago y tantas otras cosas más que se escapan de nuestro dominio y que algunas son imprevisibles.

Y Tercero: El aconsejado tiene que sentirse protagonista y participante activo en la búsqueda de la solución evidente.- En este aspecto el consejero tiene que constituirse en el elemento que ayude al aconsejado, tanto a la inducción, como a la deducción de la solución de acuerdo a los elementos de juicio que se han aportado.
Hay dos razones muy importantes para que esto tenga que ser así: la primera razón es la necesidad de levantar la autoestima del aconsejado, que por equis razones está en el suelo. Ayudándole al aporte de los elementos reunidos, él mismo se va dando cuenta de la capacidad que tiene para discernir, analizar y llegar a conclusiones. Él se dará cuenta que es capaz, y que no es tan infeliz como se ha creído ser. Esta actitud produce una capacidad interna capaz de alcanzar la victoria. La segunda razón es que el consejero no puede ni debe convertirse en un “bastón” permanente que soporte el peso de una incapacidad o aparente incapacidad. Mas bien, debe ser el ayudador transitorio que le provea al aconsejado los mecanismos que le ayudarán y que utilizará en el futuro para la solución personal de sus asuntos y para que sea capaz, con su propia experiencia a ayudar a otros en semejantes situaciones.

Y Cuarto: Hay que activar la mente del aconsejado.- Por decirlo así hay que “descorrer el velo” de la mente ofuscada del aconsejado. ¿Cómo podemos lograrlo?. Existen diferentes métodos. Consideremos uno:

La profesora de Lengua y Literatura Alba L. Llanes nos sugiere lo siguiente: “Aplicando el método de la MAYÉUTICA. (gr. “dar a luz”). Este método fue aplicado por el filósofo griego Sócrates con el propósito didáctico de que sus alumnos descubriesen por sí mismos, la verdad acerca de una situación. Más allá de los presupuestos filosóficos que operan detrás de este método, los procedimientos del mismo conservan su validez. Mediante una serie de preguntas bien estructuradas y dirigidas, el maestro o el consejero, provoca en el alumno o el aconsejado el “parto” en el cual éste “dará a luz” la verdad sobre la situación que se está analizando. Por esto, en el caso particular del aconsejamiento, el consejero usará los conocimientos y experiencias previas, así como los principios generales que ya conoce y los aplicará a la nueva situación.

“Este método no siempre puede ser aplicado al pie de la letra. Debe entenderse que, en todos los casos, la flexibilidad debe primar. No siempre el aconsejado se halla capacitado para discurrir razonablemente, por lo que el consejero, tendrá que jugar un papel más activo, no solo haciendo preguntas, sino proveyendo datos y, muchas veces, conclusiones transitorias y/o definitivas que, como se ha señalado más arriba, no tienen que ser autoritarias, aunque sí lleven una fuerte dosis de autoridad. La parte de descubrir la solución y la decisión que implica el descubrimiento debe recaer sobre el aconsejado para que él se sienta protagonista de la solución de sus propios problemas y levante su moral”. (Alba Llanes)

Hay casos extremos, cuando todo tiene que salir del consejero. Esto implica mayor dosis de responsabilidad. ¡Pidamos la ayuda de Dios, la guianza del Espíritu Santo, para que nuestro trabajo sea eficaz y traiga soluciones definitivas!

Y En quinto lugar, de primera instancia, cuando ya se ha resuelto el problema, el consejero no debe olvidarse del todo y definitivamente de la persona. Por un tiempo prudencial debe estar al tanto del proceso de recuperación, como un médico con el paciente, pero después, debe ir retirándose poco a poco, para que él viva su vida de por sí.

Y En sexto lugar, cuando el asunto a tratar se escapan de manos del consejero, hay que remitir a la persona a un facultativo ducho en la materia; si es posible uno cristiano, para que éste se haga cargo del caso.

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